El Paso (Texas), 30 dic (EFE).- Cerca de 70 jornaleros campesinos llegan cada día hasta el Centro de Trabajadores Agrícolas en El Paso con la ilusión de ser contratados en labores de recolección de nueces y chile rojo y sin muchas esperanzas para el próximo año.

Alrededor de la una de la madrugada, los trabajadores se forman en la calle esperando que los contratistas o dueños de parcelas agrícolas arriben a contratarlos, pero no todos corren con la misma suerte.

«La temporada de cosecha está terminando, y es por eso que los contratistas se dan el lujo de escoger a los jornaleros que quieren llevarse. Siempre prefieren a los más jóvenes y fuertes», dijo a Efe Roberto Miranda, un trabajador mexicano.

Miranda argumentó que una vez en los campos, tienen que recoger el producto en canastas, y que por cada cesta llena les pagan ochenta centavos de dólar.

«Después de ocho horas de trabajo sin comer nada me dan entre 25 y 30 dólares. Pero hay días en que solamente me gano 10 dólares», indicó el hombre.

Al igual que él, muchos de sus colegas jornaleros se quejan de la escasa remuneración económica que obtienen en los cultivos, pero todos se muestran temerosos de hablar públicamente.

Las temperaturas en esta época de fin de año en la zona fronteriza oscilan entre los 37 y 40 grados Fahrenheit, (3 a 4 grados centígrados), pero esto no es impedimento para que estos hombres permanezcan en la calle en espera de una oportunidad laboral.

Según ellos la razón por la que muchos duermen en las afueras del Centro, es porque quieren ser los primeros en ser llevados a trabajar.

«El Centro Agrícola les ofrece a todos por igual un techo donde pueden resguardarse del frío invernal», indicó Alicia Marentes, directora de Servicios Sociales de esta organización sin ánimo de lucro.

Marentes manifestó que cuando los trabajadores terminan su jornada diaria, llegan hasta el Centro y allí pueden tomar una ducha y acostarse en colchonetas o mantas que organizan en el piso.

«Intentamos darles cobijas, pero a veces no tenemos suficientes para todos», señaló.

Los agricultores reciben de parte del Centro una comida diaria, además cuentan con asesoría legal, clases de inglés y otros servicios básicos como primeros auxilios y lectura de correspondencias.

«Tenemos un televisor para que ellos (los trabajadores) se entretengan mientras esperan en la madrugada», aseveró la directora.

Aunque la mayoría de estos trabajadores provienen de ciudades mexicanas y su inglés es mínimo, todos tienen documentos legales para trabajar en Estados Unidos.

«Todos los días pasamos por un punto de registro migratorio. Los oficiales entran al autobús que nos transporta y revisan minuciosamente nuestros papeles», comentó otro campesino quien pidió no ser identificado.

Pero el dinero que ganan los trabajadores en los campos agrícolas no es suficiente para enviar a sus familias en México y subsistir en EE.UU. y es por tal motivo que los jornaleros argumentan no tener esperanzas para el año que se avecina.

«La próxima temporada de recolección agrícola es en junio, entonces ¿qué vamos a hacer para sobrevivir mientras llega la época de trabajo?», preguntó con desolación Mario López, otro de los campesinos que espera en línea para ser escogido por los capataces.

López dijo que por cada jornada de trabajo se gana 30 dólares, pero que tiene que pagar 7 dólares al chofer que lo lleva a trabajar, y que si compra un burrito para comer y una botella de agua, el dinero que le queda para enviar a sus hijos es mínimo.

«El futuro del trabajador agrícola en Estados Unidos es cada día más oscuro. Tenemos que pedirle a Dios que nos eche una manito para sobrevivir», finalizó.

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