RIO DE JAINEIRO.- La tensión entre el Gobierno brasileño y la Federación Internacional FIFA, que considera que hay mucho retraso en las infraestructuras y obras en los estadios, ha sido muy agria, aunque se suavizó con la visita de Joseph Blatter a Brasilia y su entrevista con la presidenta Dilma Rousseff.

Las autoridades brasileñas reconocen la existencia de atrasos en las obras de transporte en algunas ciudades. A dos años del inicio del Mundial no han comenzado obras de calado en ninguno de los grandes aeropuertos del país.

Uno de los aspectos en los que la FIFA se ha mostrado más inflexible es que Brasil debe autorizar la venta de cerveza en los estadios, para proteger los intereses comerciales de uno de los principales patrocinadores del Mundial.

La tensión entre el Gobierno y la FIFA llegó a su punto álgido cuando el secretario general del organismo deportivo, Jérome Valcke, afirmó que Brasil se merecía una “patada en el trasero” para acelerar los debates parlamentarios sobre la ley que regular todo lo referente al Mundial y también las obras en los estadios.

Estas palabras enfadaron al Gobierno brasileño, que vetó a Valcke como interlocutor hasta que la FIFA pidió disculpas públicamente, y las aguas volvieron a su cauce con a visita que el presidente del organismo, Joseph Blatter, hizo a Brasilia.

En efecto, el Mundial de Brasil va a contar con 12 estadios, dos más que el de Sudáfrica 2010, por lo que los organizadores no temen por la viabilidad de un campeonato con menos sedes.

Casi 4.000 obreros trabajan de sol a sol en el coliseo ‘carioca’, en donde ya comienza a dibujarse la estructura de los primeros graderíos que, en junio de 2013, deberán estar repletos de público para la Copa de las Confederaciones.

Por estos factores, en el medio político brasileño se atribuyó la dureza de las palabras de Valcke más al enfado de la FIFA por la lentitud de las autoridades brasileñas en aprobar la ley que regula todos los aspectos relativos al Mundial.

Manuel Pérez Bella. EFE