ESPAÑA.- De hecho, según cálculos de la Sociedad de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP) casi la mitad de los pequeños no comen bien.
“A menudo lo que ocurre es que el niño no cumple las expectativas de los padres y altera notablemente la vida familiar”, sostiene el médico pediatra Venancio Martínez, miembro de SEPEAP.
Según el doctor Martínez, “habitualmente los niños que más dificultad presentan para comer son los menores de tres años, que pueden tener fuertes preferencias alimentarias que limitan el número de alimentos que ingieren, comen lentamente o lo hacen con berrinches, vómitos o tirando la comida y los cubiertos”.
“En ocasiones si persiste el problema, pueden surgir situaciones que pueden acompañar a los problemas de alimentación, como rechazo al sabor, textura, temperatura u olor de determinados alimentos o a la introducción de otros nuevos o deficiencia nutricional de hierro y zinc”, señala el pediatra.
“El rechazo a la comida puede ser la única manifestación de un importante número de enfermedades digestivas o de tipo neurológico, genético, infeccioso y cardiológico, por lo que el pediatra ha de valorar las prácticas de alimentación y conocer los mecanismos genéticos y ambientales que motivan una selección de determinados alimentos”, explica el experto de SEPEAP.
Interacción madre-hijo
El pediatra ha de indagar las características de la madre (actitud hacia la alimentación infantil, ansiedad, depresión, hostilidad) y del hijo (manejable, regular en sus ritmos biológicos, terco, irritable) y otros condicionantes como la alimentación con un alto grado de control o con un mínimo control.
“Un diagnóstico precoz es fundamental para evitar que los problemas alimentarios persistan durante la adolescencia, por lo que es recomendable que desde el principio la alimentación del niño sea decidida, supervisada y controlada por el pediatra”, matiza Martínez.
Según el experto de SEPEAP “los progenitores deben decidir cuándo, dónde y qué se come y los niños decidir la cantidad que comen, así como minimizar las distracciones, limitar la duración de las comidas a 30-35 minutos, introducir poco a poco nuevos alimentos y fomentar una alimentación independiente”.
Según la médica nutricionista Esther De la Paz, “dado que a los pequeños les gusta la comida sabrosa y aquello que estimula su paladar, conviene hacer que las comidas sean lo más apetitosas posible, utilizando sabores naturales y productos sanos”.
“Hasta cierto punto, a los pequeños les atrae experimentar con nuevas comidas.
Hay que presentarles los alimentos de manera atractiva, con nuevos sabores, en pequeñas dosis. Así, el niño comenzará a aceptar las nuevas propuestas y adaptarse a la variedad”, señala la experta en alimentación naturista.
Para la doctora De la Paz “la mayoría de las frutas y verduras pueden reducirse a zumo o puré, se pueden combinar los colores y texturas de diferentes ingredientes. Una presentación en pequeños bocaditos da al niño la sensación de que no debe enfrentarse a una porción agotadora”.
“La forma de preparar la comida es decisiva: hay niños que les gusta la tortilla, pero detestan los huevos fritos.
Y no hay que cocer demasiado los alimentos porque además de perder nutrientes se vuelven insípidos”, aconseja la experta.