Desde que perdí mi casa y mis ahorros, me caen gordos los bancos.

El único que me caía bien, lo cerraron en 1999.

No estoy solo. El nivel de confianza de los americanos en el sistema bancario ha caído a niveles vergonzosos.

Si en 1980, el 60% de los americanos admiraba a sus bancos, en el 2012, cerca del 80% los detestan. (Para tranquilidad de los bancos, los políticos se encuentran peor calificados)

Y esa caída no la para ni un jarabe reconstituyente con viagra.

El pésimo prestigio de los bancos no es gratuito. Se lo ganaron a punta de abusos.

Si no fuera por la acción del ejército de abogados que los defienden, cientos de sus directivos estarían calentando colchón de cemento en las prisiones federales.

Como es el caso de más de 4.000 presos en California, condenados a cadena perpetua por ofensas -no violentas- bajo la ley de los “three-strikes”

En contraste, ahí está el UBS -el banco más prestigioso de Suiza- que acaba de ser multado con mil quinientos millones de dólares, por múltiples delitos de fraude, sin ningún preso.

Igualmente conozco otro famosísimo banco suizo, el HSBC, que lo acaban de multar con $2 mil millones de dólares, por lavar dinero de narcos mexicanos, financiar terroristas árabes y cometer fraude contra el Medicare.

(Pero tranquilos: Esa multa de $2 mil millones equivale a quitarle un pelo a un gato. En apenas 41 días, el HSBC ganará lo suficiente para pagarla)

Como si lo anterior fuera poco, el más prestigioso banco alemán -el Deutsche Bank- y el más importante banco inglés –el Barclays Bank- también comparten este exclusivo club de bancos tramposos, que han sido sancionados por fraude.

Mientras tanto, aquí en América, pocos se salvan. A fines de 2011, la FHFA (Federal Housing Finance Agency) demandó, a 17 bancos grandes por el escandaloso fraude hipotecario, en el que millones perdimos nuestras casas.

Por las anteriores razones, me ratifico: “mi banco favorito” -el único que me ha generado confianza- lo constituyó en 1980, el millonario Robert Clark Graham, en San Diego, California.

Este pintoresco banco -conocido como “Banco de Esperma de los Premios Nobel”- tuvo como noble propósito: proteger el semen de los hombres más inteligentes del planeta.

La idea de recibir “donaciones” solo de premios Nobel sufrió su primer descalabro cuando se comprobó que, por la avanzada edad de los laureados, la esperma era de baja calidad. Y para aumentar el despelote, los sabios demostraron inocultable timidez, a la hora de hacer el depósito de sus inquietos espermatozoides.

A pesar de esos primeros problemas de puntería, el famoso “banco de esperma” anunció a los tres años de fundado, que 19 genios ya habían realizado sus respectivos depósitos, aunque confesó que apenas tres correspondían a Premios Nobel: William Bradford Shockley, Premio Nobel de Física,1956, más otros dos, que por vergüenza prefirieron permanecer en el anonimato.

“Mi banco favorito” cerró sus puertas en 1999, dos años después de la muerte de su fundador. Por esa razón nunca pude abrir mi cuenta corriente –como era mi deseo- ni hacer el depósito de rigor.

En busca de consuelo, todos los años espero con ansiedad el anuncio de los nuevos premios Nobel, con la esperanza que alguno de los 229 niños concebidos en el banco de mister Graham, resulte galardonado.

(fin)

VERBATIM

“¿Por qué los bancos encadenan sus bolígrafos al escritorio? Si yo les estoy confiando mi dinero, ¿por qué ellos no me confían su bolígrafo?”

Por: © 2012 Armando Caicedo

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