Aunque nos suele pasar inadvertido, al igual que la respiración, el parpadeo es una acción que estamos realizando todo el tiempo y posee características, funciones y aplicaciones insospechadas.

«Se entiende por parpadeo el cierre parcial o completo de la fisura palpebral. En el hombre, el cierre de los párpados es el resultado de la contracción del músculo orbicularis oculi», según los neurocientíficos Agnes Gruart y José María Delgado García, autores de la monografía ‘Párpados y parpadeos’.

“El parpadeo espontáneo ocurre unas 14-15 veces/min. en los humanos; no sólo tiene la misión de proteger y humedecer la córnea, sino que está asociado también con los estadios iniciales y finales del procesamiento de la información visual, incluso imaginaria”, de acuerdo a estos expertos, inventores de un procedimiento para calcular la posición de un párpado respecto al globo ocular para la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla, España).

Según Gruart y Delgado “si se imagina una imagen visual en la oscuridad verá que ésta se modifica cada vez que parpadea. Además, el movimiento palpebral interviene en complejas pautas de expresión facial, como la sonrisa, el llanto, la angustia, el guiño y otras” .

“El párpado sigue también de forma pasiva (sin activación del músculo orbicularis oculi) el movimiento ocular, como cuando se mira arriba o abajo. La posición natural de los párpados es cerrada, incluso si nos colocamos cabeza abajo; si los párpados están abiertos durante la vigilia es por la acción tónica del músculo elevador”, explican los neurocientíficos.

Añaden que “el movimiento reflejo de los párpados se puede inducir por estímulos de diferentes modalidades sensoriales, esto es, táctiles, acústicos y visuales. El cierre reflejo de los párpados es, probablemente, el movimiento más rápido que se puede hacer a nivel orgánico».

«Parpadeamos unas 15.000 veces al día y cada parpadeo dura en promedio unas tres décimas de segundo», explica el doctor en Ciencias Biológicas Diego Golombek, profesor de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) en Argentina.

Un indicador de la concentración mental

Según Golombek, autor de ‘En un abrir y cerrar de ojos’, «el párpado comienza a bajar lentamente, se acelera en la mitad y luego se enlentece antes de cerrarse del todo. Luego de 1/20 segundos cerrado, se abre de nuevo y, para el cerebro, aquí no ha pasado nada».

«La frecuencia del parpadeo tiene que ver con lo concentrados que estemos: los pilotos de aviación o de autos parpadean menos cuando están en situaciones que requieren mucha atención, e incluso todos reducimos esta frecuencia si estamos leyendo o haciendo cálculos aritméticos», añade el investigador argentino.

Otro hecho curioso descrito por Golombek es que “en el cine podemos controlar de manera inconsciente el momento del parpadeo y así no nos perdemos nada importante», mientras que «los parpadeos de los espectadores suelen estar más o menos sincronizados y tienden a ocurrir cuando en la película pasan cosas poco interesantes».

Además de sorprendentes, los párpados y parpadeos se están convirtiendo en valiosos aliados del diagnóstico médico.

Un estudio danés sugiere que el análisis de los depósitos de colesterol alrededor de los párpados puede ayudar a evaluar el riesgo cardiovascular de una persona, ya que la acumulación de esta grasa podría estar relacionada con un mayor riesgo de sufrir ataque cardiaco, enfermedad arterial y muerte prematura.

La mitad de los pacientes que tienen estos bultitos grasos amarillos sobre la piel alrededor de los párpados y denominados xantelasma, tienen niveles normales de colesterol, por lo que los investigadores creen que la acumulación de colesterol en el párpado quizá sea, por si sola, un indicador de riesgo cardiaco, independientemente del perfil de colesterol del paciente.

“La presencia de xantelasma puede ser un predictor útil de enfermedad aterosclerótica subyacente (endurecimiento de las arterias)», han explicado en un comunicado a través de la Asociación Americana del Corazón (AHA, por sus siglas en inglés) los autores de la investigación, dirigida por Mette Christoffersen del Hospital Universitario de Copenhague y la Universidad de Copenhague, en Dinamarca.

El grupo de Christoffersen realizó un seguimiento a la salud de casi 13.000 pacientes que fueron examinados para detectar la presencia de xantelasma, encontrando que quienes tenían esta afección mostraban una tasa más alta de dolencias cardiacas e infartos a medida que envejecían, y una menor tasa de supervivencia comparados con quienes no la tenían.

El xantelasma ha sido relacionado con un riesgo 51 por ciento mayor de tener un ataque cardiaco y un riesgo un 40 por ciento mayor de sufrir cardiopatías isquémicas. Además, el riesgo de muerte era 17 por ciento mayor en las personas con depósitos de colesterol en los párpados.

Los autistas parpadean diferente.

Por otra parte, investigadores estadounidenses han descubierto que los niños pequeños con autismo muestran patrones de parpadeo distintos que los de los niños sin este trastorno neurológico, lo cual puede aportar nuevas pistas sobre la forma en que los autistas procesan la información visual.

El estudio dirigido por el doctor Warren Jones, director de investigación del Centro de Autismo Marcus y profesor de pediatría de la Universidad de Emory, en Atlanta (EE.UU.)

se inició cuando Sarah Shultz, una estudiante del Centro Yale de Estudios Infantiles, observó que los niños parpadean con menos frecuencia mientras ven un video.

Entonces, Shultz y sus colegas se plantearon indagar si los niños con autismo, que tienen limitaciones en las comunicaciones sociales y dificultades para leer las expresiones faciales e interactuar con otras personas, tendrían el mismo ritmo de parpadeo.

Los estudiosos consiguieron que 93 niños de dos años de edad, algunos con un desarrollo normal y otros con un trastorno del espectro autista, observaran unos videos cortos de dos niños que discutían en un vagón, determinando cuándo y con qué frecuencia parpadeaban, mediante el uso de tecnología de rastreo ocular.

Encontraron que tanto los niños normales como los autistas parpadeaban menos durante el video, pero los niños sin autismo parpadeaban menos durante los intercambios emocionales entre los pequeños del video, mientras que los autistas parpadeaban menos cuando visionaban secuencias con movimiento, como cuando la puerta del vagón se cerraba violentamente.

«Con esos niños de dos años observamos que, cuanto más involucrado se esté, menos probable es que se parpadee. Nos sorprendió que los niños que se desarrollaban con normalidad no parpadearan cuando sucedía algo con carga emocional en la película, y que los niños autistas eran más propensos a no parpadear mientras veían objetos físicos en movimiento», ha señalado Warren Jones.

Según este experto, cuando uno parpadea, «pierde» un poco de información. Por tanto, no parpadear es señal de que los niños hallan que esa información es la más importante, atractiva o relevante».

Con este estudio sobre el parpadeo aumenta «el creciente cuerpo de información de que los niños pequeños con autismo no prestan atención ni extraen información de las secuencias sociales de la misma forma que los niños normales», ha dicho Rebecca Landa, directora del Centro de Autismo del Instituto Kennedy Krieger en Baltimore, al comentar el trabajo.

EFE

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