México, (EFE).-Somos lo que comieron nuestros padres y nuestros abuelos y nuestra dieta la marcaría nuestro ADN. A través de la ciencia denominada nutrigenómica se puede elaborar una alimentación personalizada apropiada para cada paciente.

El mayor beneficio de la nutrigenómica es que puede prevenir y ayudar a controlar enfermedades como la obesidad y la diabetes. Esta Ciencia se dedica al estudio de la interacción entre el genoma de un organismo y los componentes de los alimentos que consume.

Por medio de unas pruebas específicas de carácter genético se puede saber si un individuo necesita más hidratos de carbono o más grasas que otros, si absorbe el calcio como debe ser o si, un nutriente, no tiene el efecto deseado en el organismo… .

DIETAS ‘A LA CARTA”.

En el mundo existen graves problemas de salud como la diabetes y el síndrome metabólico. Por ejemplo, México ocupa el primer lugar en obesidad infantil y adulta (30 por ciento) y el primer lugar en diabetes infantil, solo superado por EE.UU., con un índice del 33.8 por ciento.

La obesidad tiene múltiples factores asociados: cáncer de colon, cirrosis, gota, gastritis, diabetes mellitus, ansiedad, infertilidad y otras complicaciones cardiovasculares.

Una vez realizadas las pruebas con el genetista, los resultados obtenidos permiten crear portafolios dietarios individualizados para cada paciente.

Así lo explica la doctora Nimbé Torres y Torres, Investigadora Titular del Instituto de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, en el marco del simposio “Nutrigenómica y Obesidad” realizado en el Instituto Nacional de Medicina Genómica (INMEGEN) de la ciudad de México: “Con el desarrollo de estos portafolios dietarios podemos ayudar al control de las anormalidades en los parámetros bioquímicos de los pacientes que sufren estas enfermedades”.

La nutrigenómica lleva 20 años estudiando cómo interactúan los nutrientes contenidos en un alimento con los genes, o por qué un alimento puede ser beneficioso para unos individuos y perjudicial para otros.

NUTRICIÓN CON LINAJE.

“Somos lo que comemos” y “Dime qué comes y te diré de qué padeces”. En el caso de la nutrigenómica, la frase va más allá en el árbol genealógico. “Dime que comieron tus padres y tus abuelos y te diré de qué padeces”. Y la enseñanza de esta disciplina es cómo comer bien acorde a la información contenida en nuestros genes.

Nimbé Torres y Torres está investigando en alimentos como la soya, el nopal o la chía. En entrevista con Efe, la doctora enumera las aplicaciones que tiene esta ciencia: “Son varias. Desde el punto de vista de la investigación, para conocer los mecanismos de acción de los nutrientes, inclusive de cada región y de cada país. También se pueden desarrollar estrategias dietarias en base a evidencias científicas y desarrollar alimentos más nutritivos”.

Y es que la nutrigenómica no está reñida con la industria de alimentos. Es más, la científica invita al sector alimenticio y a los investigadores a que trabajen en conjunto «en beneficio de la salud de la población».

Los ciudadanos podrían nutrirse de las ventajas que brinda esta disciplina ya que, según Torres y Torres, “nos ha ayudado mucho para empezar a desarrollar estrategias dietarias específicas para una población específica y una enfermedad concreta”.

La investigadora añade que los tratamientos dietarios serían probablemente diferentes en México, en España o en EE.UU. “Estas pequeñas variantes genéticas pueden cambiar de país a país”.

HOMBRES DE MAÍZ.

Otra aplicación interesante de esta ciencia está relacionada con los alimentos funcionales, que son los que brindarían beneficios directos sobre la salud, más allá de su contenido nutricional. Tienen, además, mucho potencial para prevenir la obesidad y otras enfermedades crónico-degenerativas.

La doctora explica que ya se están empezando a desarrollar conjuntos de alimentos preferentemente del mismo país para que la gente se pueda adaptar a ellos.

“También se está trabajando con bloques dietéticos que son la combinación de dos o más alimentos funcionales desarrollados para un padecimiento específico y una población concreta”, afirma.

Entre estos se encuentran la soya, el nopal, la semilla de chía, la avena y otras proteínas de origen vegetal.

En el caso del nopal (un cactus) –alimento típico de México-, explica la experta, “es muy beneficioso para la salud, sobre todo para los diabéticos, ya que ayuda a evitar las subidas drásticas de azúcar en pacientes con esta enfermedad. Si nosotros consumimos nopal a largo plazo podemos reducir la obesidad, pues regula a la baja la emisión de insulina y hace que la glucosa se asimile más lentamente”, recuerda.

Por esta razón el interés en el seno de la comunidad científica es poder estudiar otros alimentos de cada país para descubrir qué compuestos funcionales tienen y qué beneficios aportan a la salud.

“Ahora estamos estudiando el maíz y el frijol que son alimentos base en México. Aunque se ha especulado mucho, todavía no sabemos exactamente sus mecanismos de acción. Desconocemos por qué, a través de tantos años, los mexicanos hemos sobrevivido a base de esta dieta”, agrega la investigadora.

La “Genómica Nutricional” se divide en dos: la nutrigenómica, que estudia los mecanismos de acción que tienen los nutrientes en el organismo; y la nutrigenética, encargada de estudiar el efecto de la variación en la absorción, la utilización, la tolerancia y el requerimiento de los alimentos.

En cuanto a la regulación de la disciplina, la académica recuerda que todos los protocolos de investigación que se llevan a cabo tanto en animales como en humanos están aprobados y registrados en el Comité de Ética de la Organización del Genoma Humano (Human Genome Organisation Ethics Committee).

TRABAJO MULTISECTORIAL.

“La nutrigenómica y la nutrigenética no son una moda, sino una tendencia global que la academia, la industria y el sector de la salud deben tomar en cuenta para la construcción de políticas de prevención”, afirma la doctora.

Los objetivos de estas investigaciones buscan identificar los mecanismos moleculares a través de los cuales ocurren estas interacciones y, de esa forma, aplicarlos para beneficio de la salud a través de distintas estrategias, que deberían incluir a la comunidad científica, a la industria de alimentos y al Estado, para desarrollar alimentos funcionales que ayuden a controlar y prevenir enfermedades.

Los beneficios del poder de la genómica para la prevención de enfermedades son enormes. Y allí reside la punta de lanza en el futuro de la investigación nutricional en la era pos-genómica.

Al fin y al cabo, los seres humanos compartimos el 99 por ciento del genoma, pero con ese uno por ciento diferente, marcamos pautas distintas hacia los nutrientes, según indica la especialista.

A estas alturas podemos afirmar que no sólo somos lo que comemos, sino lo que nuestros padres comieron y potencialmente lo que nuestros abuelos comieron.

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