Cada vez que un nuevo bebé arriba a este planeta, le cortan el cordón umbilical, le abofetean una nalga y le asignan un teléfono celular.
Hoy contamos con mƔs recursos de comunicaciones, pero vivimos mƔs incomunicados.
Ā”Ay! Recuerdo hace algunos aƱos, cuando discutĆamos en casa de la tĆa Filomena sobre temas de profunda filosofĆa, como aquel de sĆ los āfansā de los āYankeesā de New York son mĆ”s fieles, que los āfansā de ālas chivas rayadas de Guadalajaraā o si son mĆ”s pacĆficas las ābarras bravasā del Boca Junior, de Argentina o los āhooligansā del Arsenal, de Inglaterra.
Ā”QuĆ© discusiones tan inteligentes! Alguna vez polemizamos sobre quiĆ©n llora con mayor realismo, si la Verónica Castro en āLos Ricos tambiĆ©n Lloranā, o el seƱor John Boehner, jefe de la mayorĆa republicana, en el Congreso.
En esa Ć©poca estuvimos a punto de partirnos la crisma por temas tan apasionantes como si un presidente afroamericano podrĆa llegar alguna dĆa a la Casa Blanca⦠pero hoy, si alguien pide una opinión sobre la posibilidad de que elijamos a un presidente hispano⦠lo mĆ”s seguro es que se quede hablando sólo.
Es que ahora nadie escucha, nadie discute, nadie polemiza. Las discusiones cara a cara se acabaron. En esta Ʃpoca vivimos solitarios, dependiendo de manera obsesiva de nuestro celular.
En el pasado almuerzo, la visión de todos mis parientes metidos de narices entre sus celulares, era patética.
Mi primo Sócrates nos confesó que ajusta dos años compitiendo en póker con un carnal que conoció en la internet y que vive en un pueblito del Himalaya, al fondo de PakistÔn, a mano izquierda.
Mi tĆo Efigenio entregó sus ahorros a un fondo de inversiones chinas y ahora vive pegado al celular contemplando las fluctuaciones de la Bolsa de valores de Shanghai. Hasta hoy no ha podido entender ni una palabra en chino, ni tampoco en dónde diablos andan sus ahorros.
Durante el almuerzo, el tĆo Epamonondas resolvió en su celular el test de la revista āCosmopolitan, sobre āquĆ© tan eróticas son las propuestas indecentes de los hombres infielesā.
A la altura de los postres, mi prima Encarnación compró por internet, un relleno de espuma para un sostĆ©n copa āDā.
Al primo EurĆpides lo vi entusiasmado concretando una cita a ciegas, y a la tĆa Filomena la vi consultando el Google para determinar si su mĆ©dico le dijo la verdad, cuando afirmó que āmilitar en el āpartido del tĆ©āā es signo de insuficiencia de fósforo en el cerebroā.
Otro pariente polĆtico se dedicó esa tarde a buscar la forma de borrar un selfie que se tomó a la salida de un antro, donde se ve a una mujer que, a juzgar por el gesto es de apellido āSuĆ”rezā, pues intenta morderle una oreja
Y esa tarde, mi compadre Anacleto reconoció que sà bien ya pudo superar su adicción al alcohol, su adicción a la marihuana y su adicción al jarabe para la tos de su abuelita, no ha podido superar su adicción al Facebook.
(fin)
VERBATIM
āVida es esa maravillosa sensación de tranquilidad que uno disfruta mientras el telĆ©fono celular se estĆ” cargandoā
Por: Ā© 2014 Armando Caicedo
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