Escribir humor es un oficio muy serio, que por estos días fue consagrado en París, como “chamba de altísimo riesgo”.

Lo que acontece es que el escritor de humor es un tipo incomprendido por los políticos, perseguido por los terroristas, criticado por sus colegas periodistas, y, para acabar de regarla, censurado por algunas lectoras -muy piadosas y camanduleras- que ven al escritor de sátira como un tipejo de pésima reputación.

A propósito de reputación ¡Coños! Me huelo que en este oficio de escribir, le va mejor a los poetas.

Yo no tengo la menor idea de cómo trabaja un poeta para inspirarse y bordar un par de versos cojos. Pero me lo imagino en el clímax de su delirio, despeinado, demacrado, con la camisa rasgada a manotazos, dejando al descubierto su par de tímidas tetillas, escribiendo a la luz de una vela, o, si es muy pobre, a la luz de la luna, y poniendo esa cara de estreñido, que es la misma que suelen improvisar los vates cuando declaman sus trágicos poemas de amor y dolor, en una velada literaria.

(Debo aclarar que, por respeto a las damas, jamás he cometido el pecado venial de imaginarme a una poetiza en un rapto similar de creación poética)

Todo escritor que resulte enredado en un episodio de inspiración poética, pues acaba con las baterías agotadas, es decir, sin la energía ni las ganas, para atreverse a sonreír.

En cambio los columnistas de humor solemos escribir en pijama, en posición horizontal, atornillado el laptop sobre la panza, a la altura del ombligo, y escuchando los noticieros de la tele, que es la fuente donde nos enteramos de las últimas metidas de pata de nuestros políticos, que sin mucho misterio se convierten en divertido tema para nuestras columnas de sátira.

Pues bien, para celebrar mis primeros quince años de chambeo en este riesgoso oficio de escritor de sátira y caricaturista editorial, lanzaré este 19 de marzo en Miami- mi nuevo libro: “¿A qué Huele el Humor?”.

Aunque por el título, cualquier persona educada podría pensar que se trata de un informe científico sobre el sentido del olfato, en realidad se trata de cincuenta historias serias, aunque divertidas, sobre “el amor, el humor, las feromonas y otras substancias igualmente adictivas”.

Lo que intento en este libro es combinar esas dos substancias altamente radioactivas que aparentan ser incompatibles: humor + amor.

En un principio pensé que ellas -posando de antipáticas- se rechazarían. ¡Qué cretino! En este libro descubro que el humor y el amor son una suerte de “roommates”, que comparten hasta el mismo baño.

Es que tanto el humor, como el amor, nacen espontáneos. La prueba es que para sonreír o para hacer el amor no tienes que estudiar un diplomado en física atómica. Ni siquiera te obligan a memorizar las tablas de multiplicar.

Escribir humor es un deporte tan divertido como el de escupir hacia arriba. La probabilidad de que resultes salpicado es del 99%, pero la posibilidad que te diviertas como un niño, supera el 100%.

(fin)

VERBATIM

“Ni la extrema derecha ni la extrema izquierda tienen sentido del humor. (Si acaso, sentido del terror)”

Por: © 2015 Armando Caicedo

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