A Alicia Frauto le acababan de pagar y decidió pagar dos multas de tránsito que tenía acumuladas, la hicieron pasar con un juez y el magistrado le dijo que ya no podía pagarlas con dinero, que tenía que quedar detenida cinco días a partir de ese momento. Cumplidos los cinco días, Alicia fue a preguntar a las celadoras a qué hora la dejarían salir, porque la esperaban sus hijos, su esposo. “Tu ya no vas a salir, te vas a ir deportada”, le respondió una oficial. Pero cómo, por qué, preguntó Alicia angustiada. “Porque tu eres una ilegal”, le dijeron. “Sentí como si le echaran una cubetada de agua fría, me puse a llorar”, recuerda Alicia. Hacía 30 años que vivía en California.

En medio de esa crisis emocional unos agentes de migración la convencieron de que firmara documentos. “Si firmas, tus hijos pueden ir por ti a recogerte a México y ya te regresas”. Insistieron tanto que firmó, pero al salir se enteró de lo que había pasado.

Sus dos hijos la esperaron en Tijuana al ser deportada. Le llevaron por lo menos algo de dinero, una ropa; averiguaron en la garita de San Ysidro y fue cuando les informaron que Alicia había firmado una forma de salida voluntaria con la que se comprometía a no buscar regresa a Estados Unidos en los siguientes diez años, o sería sentenciada. Su esposo era residente legal y adquirió la ciudadanía para ver si con ese nuevo estatus podía pedirla, sus hijos abogaron por ella, reunieron cartas de recomendación, pero todo fue inútil.

Eso pasó en el 2010. Desde entonces Alicia se asentó en Tijuana, entre depresiones, soledades, alegrías de reunirse con otras madres deportadas, trabajaba en apoyar a otras recién llegadas con historias similares.

Se unió al grupo de Madres Soñadoras USA capítulo Tijuana donde encontró apoyo. Un día con ellas repartía información sobre una demanda colectiva que había ganado en California la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU). Alicia informaba a la gente que si eran deportados mexicanos, si habían sido expulsados del sur de California entre junio del 2009 y agosto del 2014 y si para su deportación los oficiales de migración los habían engañado, presionado o amenazado, podrían regresar a California a presentar sus casos ante una corte de migración y quizás quedarse en le país. “Me di cuenta de que yo llenaba todos esos requisitos”, explicó Alicia. La ACLU apeló su caso y ganó. Desde que le dijeron que va a regresar, el semblante le ha cambiado, sonríe más y se ve más tranquila a pesar de que la batalla todavía no está ganada. Todavía tendrá que conseguir un abogado y presentarse a la corte a exponer sus razones, entre ellas 30 años de vivir en California, pagar impuestos, no pedir nada al gobierno ni tener antecedentes, además de ser madre de estadunidenses. Alicia cruza esta semana la frontera. Acogerse a la demanda colectiva de la ACLU fue inesperado, beneficioso.

Manuel Ocaño

Ellatinoonline.com