A sus 72 años, Andy De León, por momentos se extravía mentalmente; a veces va por alguna calle de Tijuana –donde se encuentra deportado– y de pronto no sabe dónde se encuentra ni por qué está ahí, pero se acuerda con mayor claridad de aquel momento en su adolescencia cuando se inscribió como voluntario en las fuerzas armadas estadunidenses para ir a la guerra en Vietnam.

Andy nació en Tamaulipas y llegó a Estados Unidos legalmente cuando tenía 12 años. Seis años más tarde se enlistaba con orgullo en el ejército para ir a la guerra en Vietnam.

El excombatiente dice que hubo experiencias de las que ya nunca se pudo reponer. Hace poco más de una década De León se había mudado con su familia a California, al Valle de San Joaquín. A los 67 años padeció de una depresión fuerte.

Había bebido alcohol un tiempo, pero sin orientación ni atención médica poco después consumió drogas, y fue entonces que la policía de Madera, California, lo detuvo por posesión de substancias prohibidas.

Con todo y su depresión sin tratar y con su edad fue enviado a la cárcel.

Al terminar su condena, Andy de León pensaba que sus problemas ya habían terminado, pero apenas empezaban.

No importó que fuera un veterano de la guerra en Vietnam, ni que fuera un adulto mayor, ni mucho menos que padeciera todavía de una fuerte depresión, al concluir su sentencia el alguacil del condado de Madera lo entregó a oficiales de Inmigración y Aduanas (ICE), quienes poco después lo deportaron a Tijuana.

De León se encontró de pronto en un país que ya no conocía, sin documentos estadunidenses ni mucho menos mexicanos, sin conocer a nadie ni tener siquiera algo de dinero para llamar a su familia en California.

Su única defensa en Tijuana fue que todavía hablaba muy bien el español, y entre indigentes se informó cómo conseguir ayuda. Llegó hasta el “bunker”, el refugio temporal para soldados deportados.

El fundador del refugio o Casa de Apoyo, Héctor Barajas, dice que el caso de Andy De León es particular. “Todos los veteranos sufrimos estrés postraumático, por eso cometemos errores y nos deportan, pero el caso de Andy es más dramático por su depresión y su edad y las enfermedades que padece”.

Andy dice que lo único que anhela es regresar con su familia a California.

“Me echaron después de que yo había vivido en Estados Unidos casi 60 años, después de que yo había ido a la guerra a defender a mi país; ellos no tenían por qué tratarme así, yo no soy un delincuente, no soy criminal, nunca he matado a nadie”, se defiende De León.

En Tijuana nadie le ha dado trabajo. Otros soldados deportados lo apoya cuando pueden y hay civiles de apoyo que también le tratan de ayudar, pero lo que Andy quiere es que la gente sienta lo que siente él, lo comprenda y le deje regresar.

“Soy un militar estadunidense dado de baja con honores y no soy un mal hombre, creo que merezco que me ayuden un poco”, dijo Andy a El Latino poco antes de dirigirse a la garita de San Ysidro a solicitar una visa humanitaria para ver a un médico en California.

Manuel Ocaño

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