INGREDIENTES
Costilla de cerdo
1.5 kg
Agua
Sal
Salsa Barbacoa abundante
PROCEDIMIENTO
La primera parte, necesaria para que las costillas estén en su punto de sal y tiernas como ninguna, para que prácticamente se deshagan y el hueso se salga limpio sin nada de carne pegada es cocer las costillas en agua salada durante una hora y quince minutos a fuego medio. Para ello, aún contando con una buena cacerola será necesario cortar el costillas por la mitad.
Tras la cocción, notaremos que las dos porciones del costillas están muy tiernas, y que los huesos empiezan a asomar al encogerse la carne como consecuencia de la cocción. Tened cuidado al sacar las costillas o se os partirán en más porciones.
Precalentar el horno a 180º y disponer las dos mitades de las costillas en una fuente apta para hornear o si lo preferís, en la misma bandeja del horno. Una vez colocadas, cubrir con abundante salsa barbacoa. Mi amigo Marco me recomendó utilizar si es posible salsas americanas auténticas o al menos salsas barbacoa con ingredientes especiales como mostaza y miel.
Hornear las costillas durante cuarenta minutos, hasta que la salsa barbacoa haya comenzado a burbujear, y veamos que los huesos de las costillas asoman un poco más, señal de que el plato está terminado.
SU HISTORIA
Para entender el éxito de las famosas costillas de cerdo y este aderezo hay que viajar al Caribe de fines del siglo XV.
Es que el ancestro remoto de la barbacoa, el asado americano por excelencia, tiene su antecedente en el segundo viaje de Cristóbal Colón, quien hizo escala en las Islas Canarias, frente a la costa de África, y recogió de 20 a 30 cabezas de ganado, en su mayoría hembras preñadas descendientes de portugueses y españoles traídas allí unas décadas antes, además de porcinos.
Hernando de Soto fondeó en la Florida, en lo que hoy es Tampa, en 1539 con los primeros 13 cerdos que pisaron suelo estadounidense. En apenas tres años, el rebaño creció a más de 700 cerdos, y desde entonces, la afición al cerdo en general y a sus costillas en particular, no paró de crecer en esas tierras.
Pero una de las cosas que más llamaron la atención de los europeos, que también trajeron porcinos al Nuevo Mundo, era la barbacoa, nombre de una rejilla de madera (además de un dispositivo de cocción), que algunas tribus nativas del Caribe usaban para almacenar alimentos sobre el suelo húmedo y fuera del alcance de los animales, así como una cama para dormir sobre el serpientes e insectos.
El punto es que este artilugio caribeño a base de varillas, aplicado al rostizado de un animal europeo como el cerdo, establecieron una alianza de larga data. Y las carnes asadas a fuego lento pinceladas con salsas fueron y son muy populares en el sur de los Estados Unidos.