Por: © 2011 Armando Caicedo

La vejez es una enfermedad incurable.

Te darás cuenta que ese mal se asoma, cuando se cae aquello, se infla aquello y se debilita aquello.

(Lo de “aquello” es apenas un recurso que significa que con el paso de los años, lo que no se cae, se inflama y el resto se debilita)

Uno se mira al espejo y nota que hay más cabello en la peinilla que en la coronilla. La panza se infla hasta hacerle sombra a la herramienta de dotación. Y cualquier intento de amarrarse los zapatos resulta en una penosa fatiga como si uno acabara de correr la media maratón.

Con la edad se empieza a afectar la memoria. A la gente se le olvida pagar la tarjeta de crédito, y hasta cumplir sus deberes conyugales.

A lo que mi primo Estereofónico le tiene más temor no es a la migra, sino a su mujer… cuando le da la cariñosa. La dama lo secuestra en el lecho nupcial hasta tanto el disminuido varón cumpla con su promesa de “amor hasta que la muerte nos separe”. Mi primo justifica la falta de entusiasmo, a su debilidad en el disco duro. Ella, de ingenua, en cambio de reforzarle las hormonas, decidió comprarle el manual “Deberes Conyugales para Idiotas”, dizque para reforzarle la memoria.

El tiempo cambia todo, hasta las urgencias del amor.

El marido deja de celar a la que algún día fue esa espectacular mujer, que provocaba piropos en cada esquina. Ahora no le importa a dónde salga la vieja, con tal que no tenga que levantarse de su sofá para ir a recogerla.

  • ¡Ay! Una siente el paso de los años -confiesa la tía Filomena- cuando la policía te detiene en la autopista, no por volar por encima del límite permitido, sino por rodar demasiado despacio.

  • Gentil dama, en la autopista usted debe empujar con más entusiasmo el acelerador, que el freno.

La memoria también se afecta.

¿Recuerdas cuando salías de un antro en la madrugada y en el relajo se te perdían las llaves? Bueno, con los años ya no pierdes las llaves, sino que se te pierde el carro completo… pues nunca recuerdas dónde lo parqueaste.

Durante la época dorada de juventud, uno hacia los mejores amigos en el bar compartiendo ideas sobre negocios fabulosos. Con el paso del tiempo, tus mejores amigos los conoces en la sala de espera de tu urólogo, mientras todos comparten secretos para desinflamar la próstata.

De joven, uno se volcaba a la calle a participar entusiasta en las campañas demócratas.

Ya en la madurez uno se vuelve republicano y no soporta untarse de demasiada democracia.

Pero ahora, en el ocaso de la vida, el virus político retorna con renovada fuerza. Unos chicos panzones y calvos, animados por unas chicas que ya superan los sesenta abriles, se declaran activistas del “tea party”, para pedir la cabeza de Obama y la deportación masiva de todos los seres humanos que porten el cabello negro y la piel, café con leche.

El tiempo fue cambiando nuestras prioridades.

En la juventud nos desvelaba la carrera espacial contra los rusos. En la madurez, me preocupaban las armas de destrucción masiva en Irak. Ahora mi gran preocupación es saber quién diablos me escondió -otra vez- el control remoto de la tele.

VERBATIM

“Las mujeres que confiesan su verdadera edad, o son demasiado jóvenes y no tiene nada que perder, o son demasiado viejas y no tienen nada que ganar.”