En todos los tiempos, el hombre ha buscado formas de aprovechar mejor la luz del sol. La abertura de ventanas, tragaluces, lucarnas (ventanales en el techo)

y los contrastes de luz y sombra que producen, en conjunto con los volúmenes, crean atmósferas especiales, sensaciones y emociones en el ser humano. Podemos aprovechar estos efectos, si planificamos y combinamos

conscientemente la iluminación natural y artificial. Bien manejadas, ambas son grandes aliadas.

Está comprobado que el tipo de luz y los colores provocan diferentes reacciones sicológicas en el ser humano. Una acertada iluminación, en conjunto al uso del color en los diferentes objetos, realza los espacios y contribuye a la percepción positiva de un ambiente.

El color de las superficies presentes en un determinado espacio, especialmente los cielos, puede afectar con su reflexión la correcta apreciación del color de los demás objetos: un color muy fuerte y brillante puede llegar a distorsionar el color de un objeto cercano; si a esto le sumamos el efecto del rendimiento cromático de las fuentes lumínicas presentes, el resultado será una distorsión del color aún mayor.

No se deben usar focos de luz indirecta como luz de fondo si el techo y las paredes son oscuros y mates, pues casi toda la luz será absorbida en vez de iluminar la pieza. Estos focos son indicados para paredes claras y brillantes. Estos efectos son muy importantes de considerar, especialmente al planificar la iluminación de zonas donde se realicen tareas que requieran de mucho esfuerzo visual.

Considerando la importancia de la armonía de formas y colores en una buena decoración, la elección del sistema de iluminación –lámpara, ampolleta, tipo de luz- es un tema relevante si no se quiere influir negativamente en el resto del ambiente.

Cuando hablamos del “color de la luz” estamos considerando su apariencia de color y su rendimiento cromático.

Una buena parte del consumo de energía eléctrica de una casa corresponde a la iluminación: si reemplazáramos nuestras ampolletas normales por otras más eficientes, podríamos reducir significativamente nuestra cuenta de electricidad.

La iluminación exterior de una vivienda puede parecer de menor importancia, sin embargo, en la medida que vamos conociendo los efectos que se consiguen con un buen manejo de la luz, sabremos como sacarle buen partido y lograr un mayor impacto.

Cuando la casa no se ilumina exteriormente, desde adentro se percibe un efecto de espejo, producido al reflejarse la luz interior sobre los vidrios “negros”. Al cortarse así la relación del interior con el exterior el espacio interior parecerá achicarse.

Cuando se ilumina el exterior, se produce otro efecto: el vidrio deja de verse desde adentro como un elemento negro que divide interior y exterior y -por el contrario- si nos preocupamos por lograr un buen equilibrio entre la cantidad de luz de ambos espacios, se puede llegar a transformar en el principal elemento para conseguir una interesante integración espacial.

Para lograr interesantes efectos, se debe trabajar diferentes planos e incorporar distintos niveles de interés visual, tratando de producir un equilibrio lumínico entre los distintos puntos de su patio o jardín, para conseguir el efecto de un todo.