(EFE).- El presidente de EE.UU., Barack Obama, intensifica sus esfuerzos por conquistar el voto hispano en 2012, aun cuando su política de deportaciones ha dejado sin padres a más de 5.000 niños, que terminan en el limbo en hogares de familias adoptivas en el país.

La campaña de reelección de Obama asegura a la prensa que el mandatario está repuntando en las encuestas entre los votantes hispanos, si bien es palpable la frustración por la ausencia de una reforma migratoria.

Ese repunte, sin embargo, probablemente tenga mucho que ver con la oferta de los candidatos presidenciales republicanos en liza, que sólo recetan plomo o persecución de los inmigrantes indocumentados.

Es como si los hispanos tengan que escoger, ya resignados, entre el menor de los males porque, aseguran, al menos Obama sigue apoyando una reforma migratoria integral e intenta impulsar medidas que mejoren su calidad de vida.

Según una encuesta de Univisión, Obama aventaja por amplio margen a todos los candidatos de la oposición, en un margen de 2 a 1, muy similar al que registró frente a su rival presidencial republicano, el senador John McCain, en 2008.

Está claro que Obama, ávido del voto hispano, no dudará en aprovechar las declaraciones de los aspirantes republicanos en contra de los indocumentados, incluyendo la “broma” del empresario Herman Cain a propósito de la construcción de un muro electrificado en la frontera sur.

“Quizá usaremos los cortes de vídeo de los debates republicanos palabra por palabra… que la gente llegue a sus propias conclusiones”, ha dicho Obama recientemente a los periodistas.

De eso se encargará, con seguridad, Adrián Saenz, contratado por la campaña de Obama como estratega y coordinador de las actividades de acercamiento con el electorado hispano, un bloque clave en 2012.

En declaraciones hoy a Efe, Saenz dejó entrever que su misión es ampliar el apoyo de los hispanos hacia Obama.

“El presidente reconoce que el éxito de nuestro país está íntimamente ligado al éxito de los hispanos, y trabaja para fortalecer a la clase media al restaurar los valores básicos que hicieron de EE.UU. un gran país”, dijo Saenz.

“Los hispanos son el bloque electoral de mayor crecimiento en el país y saldrán perdiendo con políticas republicanas que ayudarán a grandes corporaciones y a los más ricos, en detrimento del restablecimiento de la seguridad económica para las familias latinas”, agregó.

El estratega político señaló que uno de los valores más preciados de esta nación es que el trabajo duro y la responsabilidad “reciben su recompensa”.

Pero he ahí la frustración con Obama de la comunidad inmigrante, de diversos legisladores demócratas, y de activistas que exigen la legalización de los indocumentados. Hasta ahora, sólo ven la creciente fragmentación de las familias hispanas por culpa de las deportaciones.

Una investigación divulgada a principios de mes por el Centro de Investigación Aplicada (“Applied Research Center”, ARC), señaló que entre enero y junio pasados, EE.UU. deportó a más de 46.000 padres indocumentados de niños nacidos en este país, aunque no caben en la categoría de “alta peligrosidad” estipulada por el Departamento de Seguridad Nacional.

Aunque los datos oficiales no revelan cuántos hijos tenían esos “deportables” o si los niños se quedaron o se fueron con sus padres, la investigación señaló que miles de niños languidecen en hogares temporales (“foster care”) durante períodos prolongados.

ARC calcula que al menos 5.100 niños viven en hogares con familias adoptivas mientras se resuelve el limbo legal en que se encuentran. Peor aún, esa cifra podría aumentar a 15.000 en los próximos cinco años si se mantienen las tendencias en las deportaciones.

Obama ha reconocido que se trata de un “problema real” y ha ordenado una revisión de estos casos para que los padres a punto de ser expulsados tengan al menos acceso a sus hijos.

Llega un poco tarde para quienes perdieron a sus padres en las deportaciones.

Si la mayoría de los estudios confirma que los inmigrantes contribuyen al crecimiento de EE.UU., resulta inexplicable que no haya soluciones consensuadas para el problema de la inmigración ilegal.

Y los niños, sobre todo, no deben pagar el alto precio del fracaso de la clase política para llegar a un acuerdo de una vez por todas.

María Peña