San Diego, 24 ene (EFE).- Los estudiantes «transfronterizos», que viven en Tijuana, México, y cruzan todos los días para acudir a la escuela en San Diego, se han convertido en el centro de una controversia sobre el costo que representan para los distritos escolares.
En su mayoría alumnos de secundaria, aunque también hay quienes acuden a colegios comunitarios y universidades, estos jóvenes resisten diariamente el frío, la falta de sueño y la tediosa espera en los controles de inmigración.
Algunos han hecho este viaje por años procedentes de Tijuana, mientras que otros se han visto desplazados recientemente a México por la difícil situación económica en California.
María Estrada, de 17 años, dijo a Efe que se levanta a las 3:30 de la mañana todos los días a fin de llegar a tiempo, a las 8 de la mañana, a la escuela «BCA Youthbuild» a donde acude desde hace un mes desde que su familia abandonara San Diego.
«Como este programa me paga una beca de 250 dólares cada quincena, si llego tarde me descuentan. Espero que me permitan transferir créditos para ser una técnico de rayos X en el Colegio Grossmont», dijo Estrada.
De acuerdo con su testimonio, esperas superiores a las dos horas y media, particularmente lunes, miércoles y viernes, son la norma, situación que empeora en temporada navideña, y una vez que se ha cruzado tienen que acomodarse a los horarios del tranvía y los autobuses que los llevarán a sus escuelas.
Jorge Mata, de 17 año, se levanta a las 5:30 am y regresa entre las 7 y las 8 a Tijuana.
Los estudiantes «transfronterizos» no son un fenómeno nuevo, pues en esta ciudad, durante la década de 1990 y antes de Operación Guardián, un vídeo mostró a algunos de ellos cruzando la frontera por un área rural, lo que ocasionó un debate y más recientemente la expulsión de 325 jóvenes por no vivir dentro del distrito escolar.
En 2010 los distritos escolares de Caléxico y Mountain Empire, colindantes con México, destinaron personal para vigilar a estudiantes a fin de evitar que aquellos procedentes de México pudiesen tomar clases en EE.UU.
Pese a que leyes federales garantizan la educación pública independientemente del estatus migratorio del estudiante y de que muchos de los niños que viven en México cuentan con la ciudadanía en EE.UU, la práctica de revisar documentos regula de hecho a quiénes pueden acudir a cada uno de los planteles de acuerdo a su dirección local.
De esta forma, los estudiantes que tienen un padre en EE.UU. califican para acudir a la escuela, aunque siguen siendo pocos los que pagan la colegiatura que se requiere en caso de que no vivan dentro de los distritos escolares para secundarias o preparatorias.
El Distrito Escolar de Sweetwater, cercano a la frontera, requiere que los padres de familia muestren en persona prueba de residencia con recibos de servicios como agua o luz, renta o hipoteca.
Este distrito permite que estudiantes mexicanos acudan a clases siempre y cuando paguen una colegiatura cercana a los 7.500 dólares anuales, aunque pocas personas toman esta opción.
Los estudiantes «transfronterizos» suelen viajar a sus escuelas en grupos, como en el caso de Wendy Ordaz, de 18 años, quien junto con Graciela Ortiz, de 19, y Felitza Louie, de 18, se dirigen todos los días a la preparatoria en San Ysidro.
Revisar la elegibilidad de estudiantes también afecta a los distritos escolares, ya que éstos reciben fondos federales de acuerdo con el número de estudiantes que tengan, así que el argumento de que estos estudiantes representan un costo a los distritos escolares donde sus familias no pagan impuestos de propiedad, tiene su contraparte.
El negar espacios a estudiantes que vienen de México de hecho reduce la financiación de los planteles.
José Hernández, de 15 años, quien acude al décimo grado en San Ysidro, dijo que en su experiencia las escuelas mexicanas de ese nivel están «más adelantadas», pero que el valor social de una educación en EE.UU. es mayor.