Buenos Aires, 23 oct (EFE).- En contraste con la imagen de guerrillero alimentada por el imaginario popular, Ernesto Guevara arrastró un profundo sufrimiento, segĆŗn LucĆa Ćlvarez de Toledo, autora de Ā«La historia del Che GuevaraĀ», que se publica en Argentina coincidiendo con el 45 aniversario de su muerte.
Nacida en Argentina pero afincada en Londres desde hace cuatro dĆ©cadas, Ćlvarez de Toledo ofrece en su libro una imagen mĆ”s cercana del Che, producto de su conocimiento del entorno de la infancia y la adolescencia de Guevara.
Traductora e intĆ©rprete, la escritora vivió en el mismo barrio porteƱo que los Guevara y compartió actos sociales con el joven Ernesto, una vivencia que recoge en su libro, publicado inicialmente en inglĆ©s y revisado por Ćlvarez de Toledo para su versión en castellano.
Ā«Este personaje es muy conocido por su gesta guerrillera, yo querĆa dar a conocer otros aspectos de su personalidad que no habĆan sido tan destacados porque nos quedĆ”bamos siempre con el tema de la guerrilla, del marxismo, de la lucha armadaĀ», explica la autora en una entrevista con Efe en Buenos Aires.
Ā«He descubierto el sufrimiento de este hombre, Ć©l tenĆa un mandato, tenĆa una idea de lo que tenĆa que hacer, habĆa hecho una elección de vida, eligió la lucha armadaĀ», continĆŗa.
Aunque cuando era joven Ernesto Guevara leĆa a Gandhi, Ā«comprendió bien temprano que el problema de los latinoamericanos solo se podĆa resolver con la lucha armadaĀ», apunta la escritora.
Ā«Todo el mundo cree que cuando lo decidió se puso la boina y partió por los caminos del mundo, pero no es asĆ, sufrió mucho por tener que hacer esta elección, pero este sufrimiento suyo no ha sido ni registrado ni comprendidoĀ», insiste.
Para acercarse a la figura del Che y ofrecer, segĆŗn sus propias palabras, una Ā«visión mĆ”s ĆntimaĀ» del guerrillero, Ćlvarez de Toledo rebuscó en su propia memoria, habló con amigos de infancia de Ernesto, indagó entre viejos documentos, viajó a Cuba para conocer su viuda, Aleida March, y a sus hijos, y siguió la ruta de Guevara en Bolivia.
«Hay una carta dirigida a su esposa en la que el Che le dice que todo el mundo piensa que él es una especie de robot que tiene que luchar, pero él tiene sentimientos, sufre mucho por no ver crecer a sus hijos», relata la biógrafa.
Guevara, asegura Ćlvarez de Toledo, Ā«tenĆa la esperanza de que, si lo mataban, sus hijos tuvieran alguna vivencia suya, le recordaran, por eso les mandaba cuentos y cartas. Nunca vi una exposición clara de este aspecto de este hombre que complementa el personaje totalĀ».
La autora no oculta una suerte de Ā«enamoramientoĀ» juvenil por la figura de Guevara, cuyas andanzas en la revolución cubana llegaron muy pronto a oĆdos de los jóvenes de la burguesĆa porteƱa y a sus vecinos del residencial Barrio Norte de Buenos Aires.
Ā«Yo tenĆa 18 aƱos y la prensa lo sacaba en titulares y fotosĀ», recuerda, Ā«el EjĆ©rcito argentino lo habĆa descartado porque no tenĆa buena salud, pero ahĆ estaba, en Cuba le hicieron comandante, en una gesta tremendaĀ».
Ā«Era un hombre carismĆ”tico, guapo, simpĆ”tico, en la lĆnea de GardelĀ», continĆŗa la autora, que durante la preparación del libro encontró, revisando viejos recuerdos de su familia, una entrada de un partido de rugby de su infancia en el que jugó Ernesto Guevara.
Ā«Entonces me di cuenta de que lo habĆa visto en un partido del club San Isidro, pero todavĆa no era el Che, era Ernesto Guevara. Yo no sabĆa quiĆ©n era Ernesto entonces. Fue un desencuentro, quiĆ©n me iba a decir que iba a pasarme el resto de mi vida rastreando a ver quiĆ©n eraĀ».
Cuarenta y cinco años después de su muerte a manos del Ejército boliviano, el 9 de octubre de 1967, Ernesto Guevara «sigue entre nosotros y aún seguirÔ», sostiene la autora.
Ā«Tenemos Che para largo ratoĀ», concluye LucĆa Ćlvarez de Toledo.