La neumonía es mortal cuando no se atiende a tiempo. Foto: femexer.org.

SAN DIEGO.- Al conmemorarse el Día Mundial de la Neumonía el 12 de noviembre, la Coalición Mundial contra la Neumonía Infantil advierte que esta enfermedad sigue siendo la principal causa individual de mortalidad de niños en todo el mundo y una amenaza para los mayores de 65.

Se calcula que este padecimiento mata anualmente a casi un millón de niños menores de 5 años, lo que supone el 15 por ciento de todas las defunciones de niños menores de esa edad en el planeta.

La neumonía es un tipo de infección respiratoria aguda que afecta a los pulmones. Estos están formados por pequeños sacos, llamados alvéolos, que en las personas sanas se llenan de aire al respirar. Los alvéolos de los enfermos de neumonía están llenos de pus y líquido, lo que hace dolorosa la respiración y limita la absorción de oxígeno.

Es una de las infecciones respiratorias más virulentas y difíciles de combatir.

La neumonía afecta a niños de todo el mundo que pueden estar protegidos mediante intervenciones sencillas y tratados con medicación y cuidados de costo bajo y tecnología.

La neumonía se produce tras el contacto con un microorganismo que provoca una infección pulmonar. Es decir, aparece cuando se debilitan las defensas.

Las bacterias constituyen la causa más común de neumonía y, especialmente, la bacteria Streptococcus pneumoniae, conocida como neumococo. Los virus también son una causa común de neumonía; por ejemplo, el virus de la gripe, la varicela, el sarampión o la tosferina.

En el mundo, la neumonía mata un niño cada 15 segundos y aunque se percibe como una enfermedad infantil con mayor incidencia en menores 5 años, afecta principalmente a la población mayor de 65. La incidencia en adulto joven es 1-2 casos por 1,000 personas año y en mayores de 65 años es de 19 casos por 1,000 personas año.

Suele aparecer en invierno y en presencia de diversos factores de riesgo que van desde la existencia de enfermedades crónicas previas al tabaquismo. Se puede presentar de forma leve, pero la necesidad de ingreso hospitalario aumenta con la edad así como la posible aparición de complicaciones que pueden llegar a ser mortales.

También tienen mayor riesgo las personas con defensas disminuidas por tratamiento con inmunosupresores, como trasplantados y cáncer, además de personas con enfermedades crónicas como cardiopatías, enfermos renales, diabéticos, con enfermedades de hígado o neurológicos.

Los síntomas de la enfermedad son fiebre, tos, dificultad respiratoria y dolor de costado, que aparecen con rapidez. Si hay dolor fuerte en el pecho, que empeora con las respiraciones profundas o la tos, es una señal clara. También puede haber escalofríos y mucho cansancio.

La sudoración excesiva, pérdida del apetito, baja energía, fatiga, y confusión, en especial entre las personas mayores también son signos de neumonía.

La neumonía puede propagarse por diversas vías. Los virus y bacterias presentes comúnmente en la nariz o garganta de los niños, pueden infectar los pulmones al inhalarse. También pueden propagarse por vía aérea, en gotitas producidas en tosidos o estornudos.

Además, la neumonía puede propagarse por medio de la sangre, sobre todo en el parto y en el período inmediatamente posterior.

El tabaco aumenta el riesgo de neumonías, por lo que es mejor abstenerse de fumar, además de llevar buena higiene bucal y vacunarse.

En general se recomiendan la vacuna antigripal anual y la vacuna antineumocócica.

De igual manera, se aconseja extremar la higiene, sobre todo dental, lavarse con frecuencia las manos y hacer deporte. También hay que lavarse bien las manos después de cambiarle el pañal al bebé o sonarse la nariz, y antes y después de preparar o manipular alimentos.

Un catarro no es una neumonía. Lo que puede suceder es que tras una infección viral como una gripe u otra pueda complicarse con la presentación posterior de una neumonía.

En caso de que el médico prescriba tratamiento con antibóticos, este dura entre 5 y 10 días en surtir efecto aunque el promedio de recuperación que necesita una persona para incorporarse a sus actividades habituales es de unos 20 días.