La señora Rebollar llora en conferencia poco antes de entregarse . Foto de Manuel Ocaño

La señora Rocío Rebollar Gómez aun sigue impactada por la forma en que fue expulsada de las oficinas del ICE en San Diego a la frontera en Tijuana después de vivir 31 años en el condado, carecer de antecedentes criminales y ser madre de un teniente de inteligencia del ejército.

“Lo que más me duele ahora es la forma en que me deportaron, engañaron a mi abogada, engañaron a mis hijos”, dijo a El Latino la señora de 50 años de edad.

La pequeña empresaria y abuela de dos nietos sandieguinos se presentó a una cita para deportación ante el ICE a finales de diciembre con la esperanza de que al no tener antecedentes y ser madre de un militar de rango en activo le ayudaran a permanecer al menos temporalmente.

Cuando finalmente se entregó, el ICE dejó que ella pasara a las instalaciones y a la abogada y a sus hijos les dijo que tenían que ir a un edificio cercano a una cuadra de distancia a gestionar una prórroga a la deportación.

“En cuanto ellos se dieron la vuelta, los oficiales me llevaron a un estacionamiento en un sótano, me subieron a un vehículo y me trajeron directamente a sacarme a la frontera. No dieron tiempo de nada”, platicó la señora.

La abogada Tessa Cabrera confirmó que el ICE pudo emplear criterio discrecional y permitir que la señora permaneciera un tiempo más en el condado de San Diego. La agencia ya había concedido una prórroga a la deportación de finales de noviembre a fines de diciembre.

La hija de la señora, Karla McKissick –por su apellido de casada–, lloraba sin poder contenerse cuando desde fuera del edifico federal en San Diego habló por teléfono con su madre que en ese momento cruzaba la puerta de la garita de El Chaparral a Tijuana.

La madre deportada, confiada en que podría conseguir una prórroga, no había arreglado equipaje ni otras medidas de precaución.

La señora, quien desconoce Tijuana, no sabía en dónde se encontraba cuando cruzó la frontera.

“¿Dónde estás? Voy a llevarte ropa, a ayudarte a buscar un lugar”, le decía Karla.

El teniente segundo de inteligencia, Gibram Cruz, hijo de la señora deportada, dijo sentirse “decepcionado” por la actitud del ICE.

“Es muy triste, me siento muy engañado. Ni siquiera me dejaron despedirme de ella”, dijo el teniente.

Por su rango militar, Cruz tendría que solicitar permisos especiales para poder cruzar la frontera a ver a su madre, “es probable que pase mucho tiempo antes de que la vuelva a ver”.

El teniente dijo sentirse especialmente preocupado porque a noche anterior a la deportación, desconocidos escribieron en una pared de la casa de la señora mensajes de desprecio a los mexicanos.

“En Tijuana mi madre no va a tener el nivel de seguridad que ha encontrado en San Diego”, dijo Cruz.

La señora encontró en Tijuana refugio en casa de una media hermana suya a quien no veía desde hace tiempo.

Una corte ordenó la deportación para la señora Rebollar porque había sido deportada dosn veces y la encontraron de nuevo dentro del país.

En las décadas de los años ochenta y noventa, la mujer fue encontrada en redadas en centros de trabajo, pero regresó a cuidar a sus hijos.

En teniente Cruz cuestionó que “qué más podría hacer una madre sola a la que deportan y deja solos a sus hijos muy pequeños”.

La primera vez que expulsaron del país a la señora, el teniente tendría unos cinco años de edad.